Último sábado de 2020

Hola, cariño, buenos días invernales. Te escribo como todos los sábados, aunque hoy sentimos, además, la resaca emocional de la cena del 24 con G y la comida del 25, a la que se nos unió B. La emoción predominante sigue siendo la extrañeza.

Estamos bien. Con ventanas entreabiertas y mascarillas. Cumpliendo todos los estándares de seguridad, para poder acercarnos a Ela el día de su cumpleaños con todo bien hecho. Ay, pobre, ella también debe de sentirse muy rara.

Nos faltas tú. Siempre. En lo cotidiano y en lo especial. Ojalá pudiéramos compartir contigo estas fechas. Diecisiete llevamos ya sin ti. Nos acompaste veintiuna navidades, quién iba a pensar que serían tan pocas. Y qué cerca estamos ya de doblar los tiempos, de que se igualen los de tu vida y los de la añoranza de tu compañía.

Tecleo en la oscuridad de las 6:45, preguntándome si el día estará nublado, como el de anteayer, o si podremos disfrutar del sol, como ayer mismo. Te pienso, Rodrigo. Te mando saludos, canciones, juegos y libros, películas y series, abrazos de oso y muchos besos. Vuela alto, hijo. No te olvidamos. Te esperamos aquí, en nuestra casa. Hasta prontito. Te queremos.

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