Aquí estoy de nuevo, contándote que todo sigue razonablemente bien. Con algún susto y ciertas incomodidades, pero bien.
Tecleo en la oscuridad de la madrugada, como casi siempre. Tu hermano y B están de finde, Papá y yo descansamos del ajetreo semanal; vida cotidiana, ya sabes.
Desde el martes estoy algo pachucha. Porfa, ayúdanos un poquitín. Como solo sabes hacerlo tú.
Besos y abrazos a miles, te quieren muchísimo: Papá y Mamá.
Son las seis y media, aún está oscuro, te escribo en la tablet, todavía medio dormida, pero contenta de estar en casa.
He pasado fuera dos días y una noche, en Melilla, hablando de ti, del 11M y de tu recuerdo. Ya sabes que me crezco en la adversidad y que no me asusta hablar en público. Y que agradezco poder contar cosas sobre ti porque es una forma de tenerte cerca. Pero también que mas tarde, después de todo, es cuando me llega la resaca emocional y me siento absurda, y me arrepiento de esa exposición de mis sentimientos, y me da vergüenza haber sido el centro de atención por algo tan terrible como tu ausencia.
Así somos los seres humanos, estúpidamente impredecibles a la vez que absurdamente idénticos.
Lo que no cambia es que te quiero, hijo. Con todo mi corazón. Mil perdones si se me cruza por delante un poco de pánico, una pizca de sentido del ridículo y un soplo de ego. Lucho por no dejarme condicionar por ninguno de los tres.
Así que te repito que te quiero, te quiero y te quiero. Que eso, Rodrigo, es lo más importante. Lo demás, defectos de carácter.
Vuela alto y sigue cuidando de nosotros, porfa. Mil abrazos de oso, Mamá.
Te escribo unas líneas de madrugada, apenas las tres, roto el sueño y dolorida la espalda. Espero que me leas, hijo.
Sigo esperando encontrarte, aunque me asalta la incertidumbre cada vez con mas ímpetu. Y continúo manteniendo estas charlas contigo, porque, sobre todas las cosas, te quiero.
ACTUALIZACIÓN: Dentro de unos días tengo que ir a hablar de ti a un instituto melillense. Me lleva el Ministerio del Interior, con un programa de sensibilización y prevención del terrorismo. Espero tu ayuda, tu inspiración y tu consejo, cariño. Ya he hablado en público de ti otras veces, pero no es algo a lo que una se pueda acostumbrar.
Mientas tanto, no dejes de mirar por nosotros tres, tu pequeña familia rota sin ti. Desde que no estás, qué pocos somos.
Te queremos, Rodrigo. Te queremos. Hasta prontito.
Hoy es once, Rodrigo. No te olvido. Y desde la casita de los Lalos te mando miles de abrazos de oso, de risas y de canciones.
Dieciocho años y diez meses sin ti son demasiado tiempo de ausencia. Y la cuenta, diecisiete, sin los abuelos, no le anda lejos. Vivo el presente, el dolor no es tan duro, pero ojalá estuviérais aquí los tres.
Ojalá pudiéramos seguir recorriendo juntos las calles de la ciudad, y la playa, los viejos comercios del barrio de siempre y el nuevo centro comercial que han construido cerca. Ojalá estuviéramos juntos todos aún, ocupando las habitaciones de esta casa, compartiendo la sencilla vida cotidiana.
Desde que tú te fuiste, se te llevaron, nada ha vuelto a ser igual. Y se marcharon contigo, enseguida, demasiado pronto, como tu muerte, los abuelos.
Papá y yo, juntos, solitos los dos, en esta casa que nunca llegamos a compartir, te echamos muchísimo en falta. Vuela, alto, cariño.
Buenos días, Rodrigo, desde este nuevo sábado, espero que estés bien.
Nosotros creo que sí. Algo triste tu hermano, resistiendo Papá y yo, extrañamente distinta y mayor tu Ela, apagado el tío J. Nos reunimos ayer para el 90 cumpleaños y hubo charla y comida, roscón con chocolate y demasiadas sillas vacías. Qué te voy a contar que tú ya no sepas, hijo.
Seguimos adelante, aun sabiendo que no todo va a ser bonito. En medio de cierta serenidad, viviendo el presente pero deseando noticias alegres entre la melancolía de estas fechas.
Tú no dejes de velar por nosotros cariño. Ojalá pudiera darte los abrazos que se me quedaron pendientes. Te los envío desde aquí, bien apretados y de oso.
No te olvidamos, Rodrigo. Feliz día de Reyes, feliz año. Millones de besos: Papá, Mamá y G.
Hola, hijo, te escribo desde el móvil. Se me había ido de la cabeza que hoy es sábado, solo preocupada por la cena de esta noche.
Ya sabes que no celebramos mucho esta fecha. Incluso pensábamos no dedicarle la más mínima atención, porque tu hermano iba a pasarla en casa de su suegra.
Pero en el último momento han cambiado los planes y los dos estarán con nosotros. La vida dispone así, en un instante.
Recuerdo tu último fin de año y el disfraz de mago que llevabas puesto. Lo contento que estabas entonces y lo ajenos todos al quiebro del destino que nos esperaba a la vuelta de dos meses y medio.
Por eso, entre otras cosas, aprovechamos las oportunidades de estar juntos siempre que se nos presentan. Por eso disfrutaremos al máximo esta noche. Y brindaremos por ti.
Te queremos. Millones de abrazos de oso: Papá, Mamá y Gonzalo.
Hola, Rodrigo. Hoy me toca cocinar mucho, para la cena de esta noche y en parte para la comida de mañana. Hoy va a ser un dia intenso y yo me he despertado demasiado pronto, por lo que me dará sueño dentro de unas horas y estaré cansada antes de tiempo. Pero no me agobio, ya veremos cómo solucionarlo mas adelante. Ahora simplemente aprovecho la oportunidad y te escribo.
Aquí estamos bien. Parece que la pandemia se ha gripalizado, y ataca, como la gripe, pero es menos dañina y pertinaz que en los años previos. Por primera vez desde 2019 cenaremos y comeremos con Ela y con N. Menos mal.
Pero aquí también seguimos echándote en falta, cariño. Tu silla vacía duele siempre.
Espero soñarte pronto, hijo. Te mando abrazos gigantes y muchos besos. Y cariños, y música, y series, y juegos, libros y viajes. No te olvidamos.
Hola, Rodrigo, buenos días lluviosos de diciembre. Son las ocho y te escribo estas pocas líneas de cariño y recuerdo. Ojalá pudiera hablarte en persona, ay, si se pudiera…
Enseguida celebraremos la vigésima Navidad sin ti. Y me duele la cifra, porque es también la de los años que estuviste con nosotros.
Esta tarde tenemos la fiesta de niños en la Aso. El sábado próximo cenaremos con Ela, por fin, después de varias festividades de aislamiento y pandemia. ¿Dónde estás tú, cariño? ¿Qué haces? ¿Nos ves?
Persevero en mantener el contacto, hijo. Ya sabes que todos te añoramos y queremos. Tú vuela muy alto. Y no dejes de cuidarnos. Miles de abrazos de oso, Mamá.
Hola, hijo, buenos días, de nuevo te escribo unas líneas, ¿ qué tal estás?
Nosotros tenemos un cumpleaños hoy. El de tu amigo E. Y por eso y para él hay unos regalos sobre tu mesa de estudio. Son un juego de cartas y un libro de rol tan de tu gusto, que nos hacen recordarte (y añorarte) de una forma muy especial.
Si estuvieras, tú también seguramente pedirías cosas parecidas. Si no te hubieras ido, si no se te hubieran llevado, serías tú el que tendrías esos regalos para él; el que acudiría al cumple, quien compartiria afición y cariño con E, N y su pequelo H. Ojalá. Pero resulta que hace dieciocho años y nueve meses que no estás y somos Papá y yo los que acudimos, año tras año. En tu nombre, al principio, aunque enseguida ya convertidos en amigos.
Estaremos solo un ratito, por prudencia elemental. Y veremos allí a tu hermano, que también está invitado, y a otros compas tuyos que se convirtieron en nuestros por tu influjo y recuerdo, y que hace mucho que no tratamos de cerca, con esto del dichoso coronavirus.
¿Qué te parece nuestro plan de hoy, Rodrigo? ¿ Qué tal si te pasas por aquí tú también?
Te queremos. Siempre. No dejes de cuidarnos, que vamos en tu busca. Miles de abrazos de oso, Mamá.
Nuestro hijo fue una de las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004. Estaba en el andén 2 de la Estación de Atocha, esperando el primer tren que le llevara a la Universidad, pero la maldad y la locura se cruzaron en su camino y nunca llegó. En esta bitácora le cuento las cosas que vivimos sin él, sabiendo que a su modo las escucha y las contesta.
Nos dejaste esta frase: "La dicha de vivir consiste en tener siempre alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar".
Papá, tu hermano y yo te queremos, Rodrigo. No vamos nunca a renunciar a tu amor, a tu recuerdo ni a seguir siendo cuatro.
No es un adiós para siempre. Vela nuestros pasos y espéranos en ese mundo desconocido que ahora te acoge, porque volveremos a estar juntos.
Atenea pensativa, tu estela
Aquel que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas…
Los que se van
Los que se van demasiado pronto dejan en los que los conocieron una pizquita de desasosiego. Es una semilla de amor y de bondad, por todas las cosas buenas que no les dio tiempo a hacer en este mundo. Las hacen germinar en los seres queridos, en los amigos, a menudo incluso en simples conocidos, para que la tierra no se pierda esa bondad suya.
Nos hacen a todos más responsables de la vida, de lo que realmente es importante, de lo que querríamos dejar tras nosotros cuando nos vayamos. Nos llenan de luz, cariño, compasión, nos cambian nuestro sistema de valores; nos hacen más conscientes de que nada permanece.
Este es el regalo de Rodrigo y de los que se fueron en los horribles atentados del 11 de marzo, a pesar del mal que se hizo a su alrededor; el regalo de los que se van a los que nos quedamos, para que sigamos esperando el reencuentro.
Enciende una vela
En diferentes tradiciones la acción de encender una vela es sagrada. Expresa más de lo que se puede con palabras. Tiene que ver con el agradecimiento. Desde tiempo inmemorial, los seres humanos han encendido velas en lugares sagrados. ¿Por qué no considerar el ciberespacio como un lugar sagrado? Clicando sobre la foto, podrás encender una vela virtual.