Si estuvieses aquí cumplirías 39. Pero no estás. Te recuerdo con 20, casi un niño. Y solo puedo imaginarte dieciocho años mayor viendo a tu hermano. Me pregunto qué harías, dirías, sentirías. Cómo pudiera haber sido tenerte cerca, vivir a tu lado. Me lo pregunto siempre. Y más en fechas señalaitas como esta de hoy.
Hemos salido de casa para no agobiarnos con tu cumple. Tener la mente distraída con sensaciones nuevas adormece el dolor y el desconsuelo. Pero no olvidamos que naciste un martes como hoy, hace ya 39 años. Cuando creíamos poder con todo y la vida se abría como una granada jugosa, llena de dulces posibilidades.
Feliz cumpleaños, hijo. Vuela alto. Djanos señales para no errar el camino que nos lleva hasta ti. Te queremos, te cantamos felicidades. Tenemos muchos abrazos para ti, regalitos y risas. Nunca te olvidamos. Con todo nuestro cariño: Papá y Mamá ❤️.
Aquí me tienes otro sábado más, con el recuerdo del cumple sin velas de Lala, mi madre, que fue ayer. Habría cumplido 91 de seguir por estos pagos, pero te acompaña desde 2005. Hola, Rodrigo, espero que estés bien.
Nosotros sí. Dentro de una normalidad sencillita, poco creativa, de rutinas simples, pero sanos y lúcidos. Y no me quejo. Llegarán nuevos ritmos.
Tu hermano progresa despacito. Es lenta la rehabilitación. Pero no nos quejamos. El próximo martes hace un mes de la cirugía y no ha habido problemas, con eso ya estamos felices. Le dieron el alta el día 17 pero lleva teletrabajando desde que pudo, aunque solo aguantaba sentado al portátil ratitos pequeños. Tendrá que seguir un tiempo más desde casa. Hasta que pueda conducir. Te iré contando.
Hace calor, duermo mal, el estrés se acentúa por cada novedad desagradable, y hay muchas. Evito ciertas cosas por no incrementarlo más todavía y a veces pasan las horas sin sentido, con lo que me molesta a mí estar improductiva. Pero también eso hay que aprenderlo, a dejarse fluir cuando haga falta.
En septiembre vuelve un evento EFEYL. Acaban de abrir plazas y en los primeros diez minutos ya tenían la mitad solicitada. Como cuando tú estabas aquí. A Papá y a mí ya nos pilla cansados, pero leemos a tus amigos y su energía nos emociona. Ay, ojalá estuvieses. Seguramente andarías haciendo fichas o buscando personajes, como ellos.
Te quiero, hijo. Me duele y enfada que no estés con nosotros. Te mando millones de besos. Vuela alto, pero no dejes de pasarte por aquí y de cuidarnos, porfa, cariño. Más millones de risas, de libros, de abrazos de oso. Hasta luego…
Hola, cariño, buenos días. Como todos los sábados, te escribo unas líneas con las novedades.
Hace calor, llegó un bochorno repentino que sabe a verano. El sol aprieta cuando se anda por la calle, y se vuelve insufrible en el coche. Menos mal que en casa no agobia todavía, aunque no creo que tarde mucho ya. En la buhardilla, desde luego que se necesita el aire acondicionado. Guiño, guiño, qué te voy a decir a ti del asunto, si te recuerdo estudiando en ella para aprovechar ese fresquito de la máquina.
Te cuento también que la rodilla operada de tu hermano progresa adecuadamente, que la rehabilitación es dolorosa pero ayuda en la mejoría, y que muchas veces le llevo yo al fisioterapeuta porque él, obviamente, todavía no puede conducir.
Y ahi viene la otra novedad: tengo coche nuevo. Me dio pena deshacerme de Gordito, soy una sentimental irredimible, pero mira qué bien, estoy muy contenta con el cambio. Ahora conduzco un híbrido silencioso y ágil como un gato, al que llamamos Felino, y con el que me estrené el jueves por partida doble. Primero, porque fui sola y lejos a dar una charla; segundo, porque tuve que gestionar un pinchazo y estos coches de ahora ya no usan rueda de repuesto. Vivir para ver. Una anécdota más, no te preocupes, pues no fue ni desastroso ni traumático.
Pienso en ti, Rodrigo. No te olvidamos. Espéranos, por favor, hijo. Miles de abrazos de oso 🐻: Mamá.
Dieciocho años y dos meses sin ti. Como una condena. Mañana te citaré en mi charla, pues me han invitado a hacerlo en un instituto. En esta ocasión a través del Ministerio del Interior.
Iré con el coche nuevo. Con cierto respeto en la conducción y en cuanto a la charla. Siempre contigo, hijo.
Buenos días, Rodrigo, cómo corre el tiempo. Después de la dureza de marzo, abril se me ha ido sin sentir, en un suspiro. Siete días de mayo también han desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Aqui estamos, cariño, con las rutinas cambiadas, pero conviviendo mucho con tu hermano, y muy alegres porque se recupera bien, sin contratiempos.
Tengo, ademas, otras novedades. La mas llamativa es un coche nuevo, que me hace, por cierto, muchísima ilusión. Aunque me daba terrible nostalgia deshacerme de Gordito, Felino ha llegado pleno de buenos augurios. Es lindo, silencioso y suave como un gato gris. Y con muchas novedades tecnológicas. Después de 18 años llevando un 4×4 diésel, parece que ahora conduzco una nave espacial. Jajaja.
Ay, cielo, recuerdo que de niño querias ser astronauta y me inunda la ternura. Cómo me gustaría compartirlo contigo y reirnos juntos de esta sensación… Voy a hacerlo con tu hermano, le llevaré al fisio hasta que él mismo pueda volver a conducir, pero me faltas tú.
Ven a dar una vuelta, hijo, como cuando eras peque. Siéntate a mi lado y ríe, como entonces, antes, cuando estabas aquí. O ubícate atrás, con tus amigos. Siempre tienes tu sitio. No dejes de venir.
Ni de volar alto. Te queremos. Miles de abrazos de oso: Mamá.
Hola, cariño, buenos días. Son las siete, ha dejado de llover y se ha instalado un agradable clima primaveral. Los árboles reverdecen y tu hermano avanza adecuadamente en su recuperación.
La cirugía fue rápida y eficaz. El menisco estaba menos afectado de lo que se creía en principio y los ligamentos, intactos, así que el postoperatorio va muy bien. Nos turnamos con B para no dejar nunca a tu hermano solo, así que nos vemos todos los días.
Y poco más. Comerenos juntos los tres el día de la madre y los cuatro el de mi cumple. Vamos y venimos, esa es la ventaja de estar tan cerca. Se han roto las rutinas y ha empezado esta nueva que suponemos tampoco será muy larga, porque el jueves le quitan los puntos.
Gracias por ayudarnos, os hemos sentido cerca en los momentos culminantes. El miedo nos afecta a veces, pero resistimos los ataques de pánico. Y seguimos.
Espero que te gusten las piezas musicales que han compuesto para ti. Con todo nuestro amor te las dedicamos. Y te queremos, Rodrigo. Te queremos.
Hola, cariño, buenos días. Te escribo desde la tablet, muy temprano, en este sábado 23 de abril.
Hoy te cuento unas pocas novedades. La primera, que participé en la entrega de premios del XXXIII concurso literario de nuestro instituto. Y que me llamaron por mi nueva condición de escribidora incansable. Todo un honor. La segunda, que hemos encargado un nuevo coche para sustituir a Gordito, asunto que nos produce alegría y melancólica nostalgia a la vez. La tercera es menos bonita, pero debo reseñarla: que el próximo martes será la operación de rodilla de tu hermano.
Seguimos sin ti, eso es lo que pasa y duele. Pero yo te lo cuento y te incluyo en lo que hacemos y nos va sucediendo. Siempre. Así que, ya sabes, Rodrigo, comparte con nosotros la dicha de estar en concurso, el alboroque de la compra del vehículo y la cirugía de G. No dejes de mirarnos, de cuidarnos, hijo. No dejes de venir.
Abrazos, abrazos, abrazos. En este día del libro, cuántos quisera haberte compartido. Pero nunca es tarde para enviártelos virtualmente. Y para imaginarte, creerte, leyendo en una enorme biblioteca. Te queremos.
Ayer pasamos toda la tarde con tu hermano. Comimos juntos y después dedicamos unas horas a la jardinería. Hablamos de mil cosas. Fue un ratito muy hermoso.
Eso nos falta contigo. La vida cotidiana, las risas, los planes locos que se pueden cumplir o no pero valen por los momentos de ilusión compartida.
Desde que te arrancaron de aquí somos pocos y tememos excesivamente al infortunio. El miedo está instalado para siempre en nuestro sistema, ay.
Mientras los amigos mandan fotos guais de sus vacaciones de Pascua, nosotros resistimos en casa. Juntos. Asustados, pero en equipo, en piña, en panda, en comando vital.
Así que vuela alto, Rodrigo. Y no dejes de mirar por nosotros, que te echamos de menos muchísimo, que siempre te nombramos, que sentimos que, a tu modo, también nos acompañas.
Te queremos. Miles de besos y abrazos de oso: Papá, Mamá y Gonzalo.
De todos los onces, el de este mes me parece el menos terrible porque todavía faltan muchos para el siguiente marzo. Ya ves, Rodrigo que se trata de una idea de lo más tonta. Pero es que acepto todo lo que funcione como lenitivo para el dolor de tu ausencia. Aunque sea tan simplista como esto.
Cada sábado entro en esta bitácora a charlar contigo. Me aferro a esta costumbre de años ya porque te quiero muchísimo. No sé si me lees o escuchas. A veces creo que sí y otras me pueden la tristeza y la desesperanza, pero sigo escribiéndote, porque solo tengo esta manera de seguir unida a ti, hijo.
El ritmo de la vida ha vuelto a acelerarse, se me han volado estos siete días sin sentir. Y le he perdido el pulso a las vacaciones, antes ansiadas y que ahora siento que son apenas unos días más.
El miércoles hablé de mi libro, de nuevo, a jóvenes estudiantes; tu hermano necesita hacerse una intervención en las rodillas, pequeña y sencilla, al parecer, pero que asusta, y me paso días enteros haciendo poca cosa más que domesticidades. Así pasa la vida, suavemente. Y no sé si la desperdicio cuando no hago nada importante, o cuando solo descanso. Lucho contra mi excesivo afán de rentabilizar cada momento. Me doy permiso a mí misma y me lo quito un segundo después.
Y entonces pienso en cuánto me gustaría compartir la vida contigo. Y te echo en falta, me duele, esta existencia en la que no estás. Por eso relleno líneas y líneas, construyo textos y alimento este blog, porque te busco. Pero, a la vez, me veo absurda por forzar este diálogo en el que tú no contestas. Y me hundo en un caos de contradicciones, del que soy mucho más que consciente, pero no puedo evitar. Lo diré mejor, que no quiero evitar. Porque si hay una mínima baza de seguir en contacto contigo, todo merece la pena. Cualquier esfuerzo, la perseverancia, el dolor de la duda.
Dondequiera que estés, Rodrigo, no dejes de mirar por esta pequeña familia tuya que te añora. Ni de sonreír. Te queremos con todo nuestro corazón y te esperamos aquí, en casita. Abrazos de oso: Papá, Mamá y Gonzalo.
Nuestro hijo fue una de las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004. Estaba en el andén 2 de la Estación de Atocha, esperando el primer tren que le llevara a la Universidad, pero la maldad y la locura se cruzaron en su camino y nunca llegó. En esta bitácora le cuento las cosas que vivimos sin él, sabiendo que a su modo las escucha y las contesta.
Nos dejaste esta frase: "La dicha de vivir consiste en tener siempre alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar".
Papá, tu hermano y yo te queremos, Rodrigo. No vamos nunca a renunciar a tu amor, a tu recuerdo ni a seguir siendo cuatro.
No es un adiós para siempre. Vela nuestros pasos y espéranos en ese mundo desconocido que ahora te acoge, porque volveremos a estar juntos.
Atenea pensativa, tu estela
Aquel que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas…
Los que se van
Los que se van demasiado pronto dejan en los que los conocieron una pizquita de desasosiego. Es una semilla de amor y de bondad, por todas las cosas buenas que no les dio tiempo a hacer en este mundo. Las hacen germinar en los seres queridos, en los amigos, a menudo incluso en simples conocidos, para que la tierra no se pierda esa bondad suya.
Nos hacen a todos más responsables de la vida, de lo que realmente es importante, de lo que querríamos dejar tras nosotros cuando nos vayamos. Nos llenan de luz, cariño, compasión, nos cambian nuestro sistema de valores; nos hacen más conscientes de que nada permanece.
Este es el regalo de Rodrigo y de los que se fueron en los horribles atentados del 11 de marzo, a pesar del mal que se hizo a su alrededor; el regalo de los que se van a los que nos quedamos, para que sigamos esperando el reencuentro.
Enciende una vela
En diferentes tradiciones la acción de encender una vela es sagrada. Expresa más de lo que se puede con palabras. Tiene que ver con el agradecimiento. Desde tiempo inmemorial, los seres humanos han encendido velas en lugares sagrados. ¿Por qué no considerar el ciberespacio como un lugar sagrado? Clicando sobre la foto, podrás encender una vela virtual.