Hola, hijo. El tiempo vuela. Entre obligaciones ha pasado otra semana y te escribo. Esta vez tecleo en la tableta, aún en la oscuridad de la madrugada. Buenos días.
Seguimos. Bajaron las temperaturas, cumplimos etapas y objetivos, esperamos con alegría ver pronto a tus amigos, preparamos las vacaciones con presentación de novela incluida. Así continúa la vida sin ti.
A ratos vuelve la pena negra tu ausencia siempre duele, pero intentamos vivir las pequeñas alegrías de las cosas cotidianas.
Y te queremos. Siempre te queremos.
Vuela alto, Rodrigo. Espéranos. Miles de abrazos de oso: Papá y Mamá.
Buenos días, Rodrigo, desde casa y una noche tropical. Llevamos ocho días de calor intenso. Quizá mañana bajen, por fin las temperaturas.
Poco más puedo contarte, cariño. Sigue la gymkana vital, no nos da tiempo a aburrirnos. Siento cierta desconexión de la realidad, todavía cansancio, entre obligaciones y cotidianidades extrañadoras.
Papá y yo te echamos de menos.
Siempre.
Te mando cariños, abrazos de oso, series, libros y canciones. No te olvidamos.
Hola, hijo, buenos días. Hoy tecleo demasiado temprano, apenas he conseguido dormir cuatro horas. Es que estamos sufriendo una noche tropical y la segunda ola de calor de 2022. Fíjate, dos ya sin haber llegado el verano aún. Se anuncia terrible el de este año, ¿no te parece?
Sigo contando el tiempo en cursos. Tres llevo sin ejercer y siento un cansancio emocional y físico como los de antes, los típicos de finales de junio. No me explico el porqué. Me parece haber pasado épocas peores, no entiendo a cuento de qué ahora esta desazón y esta tristeza. Quizá sean consecuencias retardadas del confinamiento y la pandemia. Tal vez me pasa factura la operación de tu hermano y las preocupaciones soterradas ahora se liberan. O haya componentes desconocidos, químicos, hormonales, algo así, que no entiendo pero están, no se explican pero me afectan.
Desde que te fuiste he aprendido a dejar que todo fluya, a vivir sin miedos preconcebidos, y eso estoy procurando. La pena es que me sale solo a veces. ¿Puedes tú ayudarme en eso? Quisiera no agobiarme con preocupaciones previas e innecesarias, pero así se muestra el estrés postraumático, ya nos conocemos.
Ay, Rodrigo, intento seguir viviendo con sencillez. Solo pretendo quererte, recordarte, y escribirte cada sábado y cada once. Como hoy mismo, que coinciden ambos casos. Por eso, ahora, desde casa, a las 3:56, te envío mil abrazos de oso. Y besos, risas, libros, juegos y canciones. No te olvidamos, cariño. Vuela alto.
Hoy no me ha dado tiempo a más. Así que te escribo en medio de la reunión, escuchando de fondo la lectura del acta del año pasado.
No te olvidamos, Rodrigo. Miles de besos: Mamá.
ACTUALIZACIÓN: Ya en casa. Todo bien. Tu hermano mejora día a día. Papá con picos fuertes de trabajo. Yo entre la melancolía y la ansiedad. Cosas normales. Ojalá estuvieras aquí, cariño. Te queremos.
Buenos días, Rodrigo. Te escribo desde casita, con el mismo cariño y la misma añoranza de siempre. Poquito nuevo tenemos hoy, y es perfecto, ya sabes. Mejor la rutina diaria que un nuevo susto.
Todo sencillo y bien. No pedimos más. Ojalá sea siempre así.
Te queremos. No te olvidamos. Muchos abrazos de oso. Hasta prontito: Mamá.
Si estuvieses aquí cumplirías 39. Pero no estás. Te recuerdo con 20, casi un niño. Y solo puedo imaginarte dieciocho años mayor viendo a tu hermano. Me pregunto qué harías, dirías, sentirías. Cómo pudiera haber sido tenerte cerca, vivir a tu lado. Me lo pregunto siempre. Y más en fechas señalaitas como esta de hoy.
Hemos salido de casa para no agobiarnos con tu cumple. Tener la mente distraída con sensaciones nuevas adormece el dolor y el desconsuelo. Pero no olvidamos que naciste un martes como hoy, hace ya 39 años. Cuando creíamos poder con todo y la vida se abría como una granada jugosa, llena de dulces posibilidades.
Feliz cumpleaños, hijo. Vuela alto. Djanos señales para no errar el camino que nos lleva hasta ti. Te queremos, te cantamos felicidades. Tenemos muchos abrazos para ti, regalitos y risas. Nunca te olvidamos. Con todo nuestro cariño: Papá y Mamá ❤️.
Aquí me tienes otro sábado más, con el recuerdo del cumple sin velas de Lala, mi madre, que fue ayer. Habría cumplido 91 de seguir por estos pagos, pero te acompaña desde 2005. Hola, Rodrigo, espero que estés bien.
Nosotros sí. Dentro de una normalidad sencillita, poco creativa, de rutinas simples, pero sanos y lúcidos. Y no me quejo. Llegarán nuevos ritmos.
Tu hermano progresa despacito. Es lenta la rehabilitación. Pero no nos quejamos. El próximo martes hace un mes de la cirugía y no ha habido problemas, con eso ya estamos felices. Le dieron el alta el día 17 pero lleva teletrabajando desde que pudo, aunque solo aguantaba sentado al portátil ratitos pequeños. Tendrá que seguir un tiempo más desde casa. Hasta que pueda conducir. Te iré contando.
Hace calor, duermo mal, el estrés se acentúa por cada novedad desagradable, y hay muchas. Evito ciertas cosas por no incrementarlo más todavía y a veces pasan las horas sin sentido, con lo que me molesta a mí estar improductiva. Pero también eso hay que aprenderlo, a dejarse fluir cuando haga falta.
En septiembre vuelve un evento EFEYL. Acaban de abrir plazas y en los primeros diez minutos ya tenían la mitad solicitada. Como cuando tú estabas aquí. A Papá y a mí ya nos pilla cansados, pero leemos a tus amigos y su energía nos emociona. Ay, ojalá estuvieses. Seguramente andarías haciendo fichas o buscando personajes, como ellos.
Te quiero, hijo. Me duele y enfada que no estés con nosotros. Te mando millones de besos. Vuela alto, pero no dejes de pasarte por aquí y de cuidarnos, porfa, cariño. Más millones de risas, de libros, de abrazos de oso. Hasta luego…
Hola, cariño, buenos días. Como todos los sábados, te escribo unas líneas con las novedades.
Hace calor, llegó un bochorno repentino que sabe a verano. El sol aprieta cuando se anda por la calle, y se vuelve insufrible en el coche. Menos mal que en casa no agobia todavía, aunque no creo que tarde mucho ya. En la buhardilla, desde luego que se necesita el aire acondicionado. Guiño, guiño, qué te voy a decir a ti del asunto, si te recuerdo estudiando en ella para aprovechar ese fresquito de la máquina.
Te cuento también que la rodilla operada de tu hermano progresa adecuadamente, que la rehabilitación es dolorosa pero ayuda en la mejoría, y que muchas veces le llevo yo al fisioterapeuta porque él, obviamente, todavía no puede conducir.
Y ahi viene la otra novedad: tengo coche nuevo. Me dio pena deshacerme de Gordito, soy una sentimental irredimible, pero mira qué bien, estoy muy contenta con el cambio. Ahora conduzco un híbrido silencioso y ágil como un gato, al que llamamos Felino, y con el que me estrené el jueves por partida doble. Primero, porque fui sola y lejos a dar una charla; segundo, porque tuve que gestionar un pinchazo y estos coches de ahora ya no usan rueda de repuesto. Vivir para ver. Una anécdota más, no te preocupes, pues no fue ni desastroso ni traumático.
Pienso en ti, Rodrigo. No te olvidamos. Espéranos, por favor, hijo. Miles de abrazos de oso 🐻: Mamá.
Dieciocho años y dos meses sin ti. Como una condena. Mañana te citaré en mi charla, pues me han invitado a hacerlo en un instituto. En esta ocasión a través del Ministerio del Interior.
Iré con el coche nuevo. Con cierto respeto en la conducción y en cuanto a la charla. Siempre contigo, hijo.
Buenos días, Rodrigo, cómo corre el tiempo. Después de la dureza de marzo, abril se me ha ido sin sentir, en un suspiro. Siete días de mayo también han desaparecido en un abrir y cerrar de ojos. Aqui estamos, cariño, con las rutinas cambiadas, pero conviviendo mucho con tu hermano, y muy alegres porque se recupera bien, sin contratiempos.
Tengo, ademas, otras novedades. La mas llamativa es un coche nuevo, que me hace, por cierto, muchísima ilusión. Aunque me daba terrible nostalgia deshacerme de Gordito, Felino ha llegado pleno de buenos augurios. Es lindo, silencioso y suave como un gato gris. Y con muchas novedades tecnológicas. Después de 18 años llevando un 4×4 diésel, parece que ahora conduzco una nave espacial. Jajaja.
Ay, cielo, recuerdo que de niño querias ser astronauta y me inunda la ternura. Cómo me gustaría compartirlo contigo y reirnos juntos de esta sensación… Voy a hacerlo con tu hermano, le llevaré al fisio hasta que él mismo pueda volver a conducir, pero me faltas tú.
Ven a dar una vuelta, hijo, como cuando eras peque. Siéntate a mi lado y ríe, como entonces, antes, cuando estabas aquí. O ubícate atrás, con tus amigos. Siempre tienes tu sitio. No dejes de venir.
Ni de volar alto. Te queremos. Miles de abrazos de oso: Mamá.
Nuestro hijo fue una de las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004. Estaba en el andén 2 de la Estación de Atocha, esperando el primer tren que le llevara a la Universidad, pero la maldad y la locura se cruzaron en su camino y nunca llegó. En esta bitácora le cuento las cosas que vivimos sin él, sabiendo que a su modo las escucha y las contesta.
Nos dejaste esta frase: "La dicha de vivir consiste en tener siempre alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar".
Papá, tu hermano y yo te queremos, Rodrigo. No vamos nunca a renunciar a tu amor, a tu recuerdo ni a seguir siendo cuatro.
No es un adiós para siempre. Vela nuestros pasos y espéranos en ese mundo desconocido que ahora te acoge, porque volveremos a estar juntos.
Atenea pensativa, tu estela
Aquel que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas…
Los que se van
Los que se van demasiado pronto dejan en los que los conocieron una pizquita de desasosiego. Es una semilla de amor y de bondad, por todas las cosas buenas que no les dio tiempo a hacer en este mundo. Las hacen germinar en los seres queridos, en los amigos, a menudo incluso en simples conocidos, para que la tierra no se pierda esa bondad suya.
Nos hacen a todos más responsables de la vida, de lo que realmente es importante, de lo que querríamos dejar tras nosotros cuando nos vayamos. Nos llenan de luz, cariño, compasión, nos cambian nuestro sistema de valores; nos hacen más conscientes de que nada permanece.
Este es el regalo de Rodrigo y de los que se fueron en los horribles atentados del 11 de marzo, a pesar del mal que se hizo a su alrededor; el regalo de los que se van a los que nos quedamos, para que sigamos esperando el reencuentro.
Enciende una vela
En diferentes tradiciones la acción de encender una vela es sagrada. Expresa más de lo que se puede con palabras. Tiene que ver con el agradecimiento. Desde tiempo inmemorial, los seres humanos han encendido velas en lugares sagrados. ¿Por qué no considerar el ciberespacio como un lugar sagrado? Clicando sobre la foto, podrás encender una vela virtual.