Finde de preparativos y estrés

Acabo de caer en la cuenta de que hoy es sábado. Hola, Rodrigo, buenos días, ¿qué tal estás?

Te escribo como la madre del pionero que enviaba cartas por si acaso llegaban. Nunca dejo de escribirte/hablarte por la misma razón. Y porque te añoro. Y, por supuestísimo, porque te quiero.

Pocas novedades te puedo contar. Que llevo tres semanas rehaciendo mis dos novelas en liza, muy cerca de acabarlas. Que estoy exhausta a ese respecto y me vendrá bien desconectar. Que tengo presentaciones y ese viaje próximo me ayudará en dicho sentido. Que me sube el estrés por las mil contrariedades que surgen cuando se rompen las rutinas…

El aniversario de tu muerte injusta anda cerca y siempre que puedo lo conjuro hablando de ti. Lo haré el próximo jueves ante jóvenes que ni habían nacido cuando tú tuviste que irte. Así pasa el tiempo. Hace ya casi dieciocho años que no estás.

Y pronto serán tu cumpleaños y el mío. Y después el de Papá y el de tu hermano, y todos nos haremos más viejos, mientras tú seguirás con tus jóvenes y dulces veinte. Ay, hijo.

Pero no quiero que me abata la desesperanza. Vuela, Rodrigo. Y ven a vernos en sueños. Te esperamos y queremos. Pronto con las flores rosadas de tus prunos. Abrazos de oso: Papá y Mamá.

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