
Buenos días, qué tal estás, Rodrigo muy querido. Te anoto estas pobres líneas de madrugada, como siempre, como vengo haciendo desde hace ya, qué horror calcularlo, dieciocho años, diez meses y veinticuatro días. «Espero que todo bien», le escribo a tu hermano cada día, en esas nuestras anotaciones rápidas de seguirnos la pista y tranquilizarnos. Así que cómo no voy a hacer lo mismo contigo, hijo, aunque de ti sea más difícil encontrar las respuestas.
Hace frío, salgo poco de casa, los días de este invierno luminoso me acompañan llenos de las historias que leo o miro, indistintamente. Papá es a veces mi único interlocutor. Y, sin embargo, no me pesa este aislamiento, porque es fecundo. Solo me incomodan algunos achaques que espero se resuelvan en breve.
¿Y tu, cariño, cómo estás? Ojalá pudiera recibir tu whatsapp de vuelta diciéndome que bien, que no me preocupe.
Besos y abrazos. Te quiero, te queremos. Vuela alto.