Buenos días, Rodrigo. Te escribo medio dormida, mientras escucho el canto de los pájaros mañaneros.
Todos seguimos bien. Tu hermano y su novia, Papá y yo. Solo nos faltas tú. Qué extraño es este vacío. A pesar del tiempo transcurrido, te echamos en falta. Siempre.
Siempre.
Y aunque el día a día nos pinta cierta cotidianeidad, el cuadro está raro, hueco, sin ti.
No te olvidamos, hijo. Espéranos.