Entre el calor y el cansancio, pienso en ti, hijo. Otro sábado que te escribo, otra semana que ha pasado … Me pierdo en los engranajes de la vida.
Sin ti.
Y tú cada vez más lejano, más ausente, más niño de apenas veinte años. Perdido en el pasado de muchas primaveras de añoranza, veranos de recuerdos, otoños de nostalgias e inviernos vacíos.
Rodrigo, repito tu nombre en mi corazón, y en voz alta, y hasta lo canto. Pero no vuelves a casa.
Desde el desconcierto de esta existencia te sigo queriendo, llamando y deseando volver a encontrar.
Te quiero.