De vuelta a la rutina

Mi penúltimo curso me llena de melancolía. Por  los treinta que compartí con tu hermano y los veinte que viví también contigo. Es extraño no teneros cerca. Y duele mucho tu ausencia, Rodrigo.

Me muevo ahora entre dudas existenciales sobre nuestras vidas, que empiezan el declive propio de la edad. Vuelven la pena, la rabia y la ausencia de tu muerte injusta, aunque también el amor que siempre nos unió y sigue juntando las dos orillas de este extraño mar en el que nacimos y morimos.

No te olvidamos, hijo. No se nota desde fuera, pero seguimos siendo cuatro. Mil abrazos de oso. Te queremos.

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