Tecleo en el móvil cuando todavía es de noche. Es el primer día de un nuevo otoño. Las estaciones se suceden, incansables, eternas, y tú no estás.
El ritmo del universo no cambia por los avatares de seres insignificantes como nosotros. Y me siento perdida en la inmensidad de esta existencia que no entiendo. Y temo haberte perdido para siempre.
Entonces multiplicas las señales, hasta hacerlas un aluvión de guiños amorosos.
Gracias por devolverme la esperanza. Te quiero, Rodrigo.