Hay ocasiones en las que todavía tengo que hacerme a la idea de que no estás. La consciencia de tu muerte va y viene, y duele en oleadas. Me sorprendió anoche mismo, de forma repentina, mientras veía un informativo. Levanté la vista a la vidriera que da a la entrada y te sentí de nuevo por la casa andando, hablando, riéndote, siendo… Recordé de pronto, con mucha añoranza, cómo era tu vida sencilla entre nosotros. Y me emocioné.
Nunca dejan de sorprenderme estos altibajos de sensaciones contradictorias. Porque el momento fue dulce y extraño, doloroso y ajeno a la vez.
Me asalta horrible el miedo de haberte perdido para siempre, brota la esperanza del reencuentro; siento la nostalgia de la familia completa de antes y me invade finalmente la constatación de que estamos, como el poeta, tristes y solos, cansados y viejos.
Así hacemos el sendero que nos lleva a tu lado hijo. Y mientras caminamos siempre, siempre, te queremos.