Hace treinta y cinco años que naciste, hijo. Una mañanita de jueves. Solo compartimos contigo veinte cumpleaños, no llegaste a hacer veintiuno con nosotros. Pero te llevamos las cuentas y te queremos como si siguieras aquí, cariño.
Aunque no pueda impedir que se me llenen los ojos de lágrimas, te recuerdo en este día 24. Y lucho porque siga teniendo connotaciones hermosas en medio de tanta desgracia.
Te queremos, Rodrigo.