El tiempo no se detiene. Se acaba el curso y yo sigo como puedo, con el cansancio lógico, esta vida loca. Siento con emoción tus guiños renovados, recuerdo tu amable compañía con nostalgia agridulce, te escribo, busco el halo de tu existencia alegre por la casa…
Es lo que vengo haciendo muchos meses ya, cuando, de improviso, la monotonía de los últimos años se rompe. Cambia el ritmo.
La política ha dado un quiebro inesperado y brota de nuevo la esperanza de recuperar todo lo recortado, esquilmado y robado a manos llenas sin rubor por los que ahora se van sorprendidos del rechazo que producen. Puede que me dé tiempo a ver recuperación antes de jubilarme. De la verdadera, de la educación, los servicios sociales, la sanidad, la libertad de expresión… Y eso me aporta nuevas energías.
Lo hablo con tu hermano y con tu padre. Y a ti te lo escribo.