Volvemos a casa después de unos días fuera. Todavía es de noche. Te escribo, como tantos otros sábados, pero esta vez desde un lugar ruidoso y sereno a la vez. El ir y venir del tráfico entra por las ventanas abiertas junto con la brisa de la ría cercana, pero si te alejas apenas unas decenas de metros de la carretera, se encuentran parajes muy hermosos y tranquilos. Ayer estuvimos varias horas en uno de ellos. Y en el silencio de la naturaleza siempre estás tú.
Acompaña también nuestro camino de vuelta, hijo. Te queremos.