De boda

Son las seis y media de la mañana del día en que se casa tu hermano.

No ha amanecido, la ventana abierta deja pasar un aire fresco muy agradable y los rumores de coches lejanos. Pienso en ti, Rodrigo.

Desde que no estás, desde que te arrancaron de nuestro lado, nada ha vuelto a ser normal. Ni siquiera un día alegre y festivo como este.

Si estuvieses me dirías que durmiera un poco más, que la vida es para disfrutarla, que los malos momentos ya llegan ellos por su cuenta y no hay que darles oportunidades innecesarias.

No estás, pero te acepto el consejo. Y aunque seguro que tendré sueño antes de tiempo por esta costumbre mía madrugadora, prometo cantar y reír, y pasarlo bien con la familia y los amigos, y añorarte solo en secreto, cariño. Y sentir que nos acompañas a tu modo sutilísimo.

Estás con nosotros. Somos cuatro. Te queremos.

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