Acabando septiembre

Te escribo desde la madrugada, expectante, a un par de días de la intervención de nuestra Ela. Como tantas otras veces converso contigo, cariño, tecleando en el móvil muy temprano, cuando está oscuro todavía. Te llamo:

Hola, Rodrigo, buenos días, ven a verme o al menos escúchame, por favor, pues te hablo aquí cada sábado porque no sé hacerlo de otro modo. Ojalá pudiera quedar contigo y tu hermano, hacer comidas y salidas los cuatro juntos, veros formar sendas familias o planear vacaciones. Lo normal en tantas otras gentes que a nosotros nos ha sido negado.

La realidad de tu ausencia me golpea como un guantazo en la cara. Y menos mal que hoy no es tan hiriente. Esta dulce mañana de otoño escribirte hasta me consuela un poco, aunque ya sabes que hay otros momentos en que este sistema de comunicación me duele muy hondo.

Sin embargo, esta mañana estoy serena. La esperanza de volver a verte caldea mi pobre corazón y me da ánimos para continuar el camino de a tres que nos ha tocado vivir.

Vuela alto, hijo querido. Vamos a buscarte.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.