Mediados de noviembre

Otro sábado tempranero en el que escribirte, Rodrigo. El tiempo ha cogido carrerilla y vuela. Tu hermano, papá y yo seguimos con nuestras rutinas habituales, con el añadido de las visitas a J. A veces nos puede la ansiedad, otras el desánimo. Y así seguimos.

Papá se acerca a verle entre semana, a costa de malcomer, y los cuatro nos sumamos los domingos. Está ingresado en una residencia de paliativos en la otra punta de Madrid.

Después del primo M es otro compañero de generación. Apenas nos quedan ya de la anterior, Ela y las dos tías, así que sentimos que la edad nos acerca a nuestros finales. En teoría, claro, porque lo inesperado está siempre ahí, amenazante.

Ay, hijo querido, qué solos nos estamos quedando. Cada vez somos menos. Y se siente tu ausencia injusta como una amputación. Añoro tu compañía y a la vez me alegro de que no tengas que sufrir estas malas experiencias.

El martes muchas personas me hablaron de ti. Lo sentí como una señal de que sabes lo que nos pasa y estás esperando a J. Gracias por los guiños de complicidad. Te quiero.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.