Con la pena rondando

Buenos días, hijo. Te escribo temprano, como siempre, apenas son las siete y ya llevo un buen rato leyendo. Este es el último sábado de noviembre, enseguida llega la Navidad, y la enfrentamos más solos y tristes con nuestra familia empequeñecida por la muerte de J.

Tu hermano se mantiene en contacto, llama, pone mensajes a menudo. Lo hace porque así lo siente y yo se lo agradezco infinito. Ojalá estuvieras aquí y tú también nos llamases, y él no tuviera que preocuparse por nosotros en solitario. Y nosotros no tuviéramos que saberle tan solo, sin un hermano que le ayude como papá ha acompañado a J en su enfermedad.

Eso es lo que tenemos, sin embargo, una familia pequeñita y en declive. Muchas sillas vacías (la tuya es la más dolorosa) y nuestra lucha por seguir adelante.

Espero que estés bien, Rodrigo, que os hayáis encontrado todos y que nos podamos abrazar de nuevo cuando me citen a mí. Tengo miedo, pero me aferro a esa esperanza. Aunque a veces es tan diminuta que se me escapa entre los dedos.

Te quiero mucho. Nunca te olvido. Ayúdanos.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.