
Buenos días, cariño. Desde casita te pienso, te escribo y te llamo. ¿Qué tal va todo en tu mundo de luz? Me encontré un dibujo tuyo de 1995. No es que no supiera que lo tenía, es que me pilló de sopetón, en una carpeta con direcciones y teléfonos de antiguos compañeros, mientras hacía limpieza general. Lo que no recordaba era que hubieras rellenado tus datos por el envés.
Me emocioné. Y compartí mis lágrimas con tu padre y tu hermano en nuestro grupo de familia en WhatsApp. Les dije que les quiero. Ellos también me escribieron su amor. Solo nos faltabas tú, por eso te incluyo ahora y te lo cuento a ti también.
Hoy comemos juntos los cuatro. Ojalá pudieras unirte al evento. Será una cosa casera, a base de ensalada, sopa y tortilla de patata. Hace demasiado tiempo que no cocino para ti, que no vienes a comer, que no charlamos. Te echo muchísimo en falta, Rodrigo.
Por favor, hijo, no dejes de velar por nosotros, de mandarnos señales que templen nuestra pena. Volvimos a ver el enorme camión con tu nombre en el mismo puente poco antes de la marcha de J. Cuando es el momento te haces notar. Con eso sobrevive nuestra esperanza.
Te queremos. Mil abrazos de oso, en piña.