Once de diciembre de 2019

Aquí seguimos, cariño. Un poco más tristes, con el miedo latente acentuado. Vamos adelante porque no hay otra, porque la vida nos arrastra y porque tú nos esperas y guías desde tu mundo. Ay, Rodrigo, te echamos de menos. Añoramos tu presencia y todo lo que pudimos haber compartido contigo y nos robaron aquellos locos canallas fundamentalistas.

La muerte de tu tío J nos ha puesto de nuevo en el borde del abismo. Nos cuesta volver a una cotidianidad dulce, sigue la aprensión y se recrudece el estrés postraumático. No nos dejamos atrapar por el pánico, pero ahí siguen ese punto de angustia que no se marcha, esa opresión en el pecho que pesa al respirar, o las contracturas de la espalda.

Y mientras tanto tus amigos se casan, como Víctor o Kaik, o tienen hijos, como Willy, Mus o Macarena. Me pregunto cómo sería tu caso y lloro recordando anécdotas de tu infancia. Desde que no estás he perdido contigo al niño que fuiste, al bebé, al adolescente, al joven… Me faltas tú en todas y cada una de las etapas. Nunca me acostumbro a tu ausencia injusta.

A tres meses de un nuevo aniversario, ya el décimo sexto, te llamo desde esta casa nuestra para recordarte que estamos aquí y te queremos. Hasta pronto, hijo. Siempre contigo. Mil abrazos y besos.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.