
Este es otro sábado más, tempranero y de verano, que te pongo unas Líneas, Rodrigo. Hace calor, duermo mal, sigo casi confinada, con papá, y pienso en ti.
Llevo años hablándote en este blog que tiene tu nombre, casi los mismos de tu ausencia. Espero que nuestras conversaciones sean el puente necesario entre aquellos tiempos felices del pasado que compartimos y los que nos esperan en ese futuro desde el que nos inspiras. Solo se me ocurre este recurso para mantenerte con nosotros en el presente. Por eso no cejo en mi empeño.
Por eso, también, hemos llenado la casa de fotos tuyas. Me miras desde una de ellas ahora mismo, mientras escribo. Gracias a ellas no se me diluyen tus rasgos, tus facciones, tu sonrisa, y tu forma de guiñar los ojos mientras te reías.
El miedo vuelve por oleadas, la situación de pandemia es agobiante, el calor enerva, las mismas rutinas que ayudan a veces, son un estresor más en otras ocasiones. Resistimos, hijo. Aunque la vida se ha vuelto más extraña, anodina y alienante que nunca.
No te olvidamos. No dejes de mirar por nosotros. Te mando cariños de todos. Vuela alto, Rodrigo. Sé feliz. Y espéranos. Te queremos.