
Hola, Rodrigo, feliz finde. Espero que te vaya bien, aquí no tenemos motivos de queja, excepto tu silla vacía. Todo parece fluir con normalidad. Vivimos con poco contacto para evitar riesgos, seguimos teletrabajando, sin vacaciones, en una cotidianidad sencilla y rara.
No nos vemos con casi nadie, solo mantenemos contactos telefónicos, pero el miércoles vimos a Ela y a tu tío JM, por cuestiones de papeleos todavía pendientes desde la muerte de J. Con el confinamiento, la burocracia va más despacio, aunque por fin se encarrilan los asuntos, menos mal.
Y ayer, por unos pequeños arreglos de canalones, estuvimos un ratito también con tu hermano. Poco más se puede contar últimamente, la vida ha vuelto a una rutina extraña, sosa y anodina. Pero no necesitamos más sobresaltos, por favor. No importa que sea así.
Pienso en ti y en lo lejos que estás, hijo. Nunca me acostumbro a tu ausencia, te echo de menos en cada vuelta del camino. ¿Qué dirías en estas circunstancias? ¿Cómo sería todo si estuvieses aquí? Ojalá pudiera oír tu voz y tu risa, tus ideas, tus dificultades, tus sueños…
No te olvidamos, ya lo sabes. Nos mantenemos expectantes, esperando el reencuentro, Rodrigo. Mientras llega, sigue cuidando de nosotros, por favor. Desde que se te llevaron, somos pocos, estamos asustados y la existencia se nos hace amarga.
Hasta pronto, cielo, muchos abrazos, canciones, películas y series, risas y juegos. Ya sabes cuánto te queremos. Vuela alto. Sigues en nosotros, hijo. Con cariño: Papá y Mamá.