
Hola, cariño, buenos días. Aquí estamos otra vez, haciendo la llamada de contacto semanal, porque eso es esta costumbre de escribirte cada sábado.
Estos últimos días llueve, aunque la primavera avanza en hermosura, y sigue nuestro aislamiento. Vivimos muy solitarios, a la espera de que nos llamen para recibir la vacuna contra la COVID-19.
Nos queda un buen trecho para conseguirlo, aquí, en Madrid. Los amigos asturianos, en condiciones similares, ya tienen la primera dosis puesta, pero en esta Comunidad autónoma las cosas llevan otro ritmo y mucha peor gestión. Al menos tu Ela, a sus 88, está ya vacunadísima. Esa suerte tenemos, porque otros de su edad todavía andan esperando, los pobres.
Poco más te puedo decir. Reviso galeradas, escribo, leo, charlo con Papá, vemos series o jugamos con el PC, ya sabes, cosas sencillas. A veces es un poco frustrante estar tan solateras, pero es lo que manda la prudencia en estos tiempos extraños.
A G y B apenas los vemos, por prudencia elemental; sin embargo, nos hablamos a menudo por teléfono. Pienso en ti. Te echo en falta. Quisiera tenerte cerca. Añoro tu voz, tu risa y tu amorosa compañía. Mándanos señales, hijo. Y lucidez. Y paciencia. Por favor, Rodrigo, envíanos grandes dosis de iluminación para saber desenvolvernos en cada circunstancia.
Espero tu abrazo virtual, que nos cuides y ampares, que salgas a esperarnos. Nosotros vamos en tu busca. Y te queremos.