Fin de agosto

El calor me ha despertado demasiado pronto, ya no puedo dormir más. Son las cinco y media, es sábado, toca escribirte, Rodrigo. Perdona si no lo hago con suficiente lucidez.

Todos en general (los amigos y conocidos, tu hermano) regresan de sus vacaciones. Me llegan sus ondas nostálgicas de ciclo que acaba, y las entre optimistas y resignadas de comienzo de un curso nuevo. Sin embargo, en mi percepción personal no ha habido ruptura alguna. Llevamos meses haciendo las mismas cosas, siento que vivo en un presente continuo.

Hasta ahora. Porque en pocos días G empieza una reforma en su casa y se refugiará aquí con nosotros. Confieso que ese cambio me asusta, pero creo que nos vendrá bien salir de la rutina. Será el antídoto perfecto para no acomodarnos.

Tengo que contarte que tu hermano se esfuerza un montón, se multiplica, para cubrir tu ausencia. Que procura ayudarnos, agradecernos, apoyarnos por él y por ti. Es un amor en ese sentido, pero sigue siendo rarísimo que tú no estés.

Y como no me conformo, quiero contar también contigo, hijo. Con lo que tú puedes hacer, desde la distancia, en tu mundo sutil. Así que, échanos una mano, porfa, en este mogollón en el que nos hemos metido. Que todo salga razonablemente bien. Que resulte llevadero.

Y en el mientras tanto, seguimos yendo a buscarte, cariño. Con besos, abrazos, risas, libros, series, pelis, música y juegos. No te olvidamos, Rodrigo. Te queremos.

Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.