21 de agosto de 2021

Hay veces en que pienso que no voy a volver a verte, Rodrigo. Y lloro.

Hoy es uno de esos días.

Hay ocasiones en las que me exijo a mí misma mi deber de asumirlo.

Hay fases en que acepto el inmenso dolor de constatar que esta existencia absurda es todo lo que tenemos.

Entonces te pido ayuda, Rodrigo. Te ruego que me mandes avisos, señales de vida para sobrellevar estos largos años sin ti con esperanza de reencuentro.

Y van llegando canciones, pelis, visitas de amigos, llamadas, serendipias sorprendentes…

Podría contar muchísimas, pero se me olvidan. Solo sirven para momentos fugaces.

Luego, mi pobre mente diminuta regresa al escepticismo y a la pena de tu muerte, hijo querido.

Este sábado entre los cumpleaños de tu prima C y de tu hermano, a las seis de la mañana, te escribo con el alma dolorida. No sé si recibes mis escritos, pero yo sigo intentando hacértelos llegar.

Te quiero, Rodrigo. No te olvido. Te abrazo en la distancia. Espérame.

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