
Buenos días, Rodrigo. Aquí me tienes, muy temprano, como todas las semanas.
Siento que la vida se mueve muy rápida, que no sucede nada demasiado especial, pero avanza a buen ritmo. Y en ese proceso envejecemos Papá y yo. Se nos nota en las bolsas de los ojos, en las pieles oscurecidas y descolgadas, en nuestra forma de movernos, en los achaques viejos recrudecidos, en los nuevos que llegan inesperadamente y amenazan con quedarse.
Desde este mundo te sigo llamando, hijo. Te añoro y espero tus noticias. No te olvido, no te olvidamos. Espéranos,
Besos, risas, bailes, libros y abrazos a millones. Te quiere con toda su alma: Mamá.