
Hola hijo, buenos días.
Hace dieciocho años la vida era sencilla, cotidiana. Y de pronto desapareciste.
No importa el tiempo transcurrido, todavía duele que no hayas vuelto a casa.
Aquí hemos perdido el eco de tu voz, ya no resuena tu risa por las escaleras, nadie lee los libros de tus estantes, ni mira por tu ventana cómo avanza la primavera en el jardín.
Tu hermano hace lustros que creó su propio hogar, y aunque te cita y te quiere y te recuerda, solo Papi y yo seguimos en este, reviviéndote.
El próximo viernes será de nuevo 11 de marzo.