

Al parecer tenemos que acostumbrarnos a este calor, ay, buenos días, hijo, y calurosos. Nunca había sufrido tanto como este verano. Dicen los expertos que ese es el camino horrible que nos espera tras nuestro poco respeto por el medio ambiente. Muchos temblamos solo de pensarlo y todavía hay algunos que se niegan a aceptar evidencias como esta ola de altísimas temperaturas, o la nevada gigante que nos tuvo quince días incomunicados. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Por fin tu hermano y B tienen vacaciones, Papá todavía no. Por eso seguimos juntitos en casa, haciendo lo posible para sobrellevar este bochorno insoportable. No refresca ni de madrugada. Estoy en la buhardilla, escribiéndote, como es mi costumbre de sábado. El termómetro exterior marca 24,5ºC, el interior 29. Abro todo por ver si entra una brizna de aire, pero mi triste experiencia es que cuando por fin baja la temperatura interna un grado, ya se iguala con la de fuera y tengo que cerrar.
Mira qué cosas tontas te cuento, Rodrigo, lo de cada día. Ojalá me oigas. Te echo de menos y me asalta la duda eterna de si volveré a verte alguna vez. Haz lo posible, cariño, por hacerte notar. Nosotros vamos en tu busca. Ven tú a nuestro encuentro, anda. Es que dieciocho años son muchos sin ti.
Abrazos de oso. Te queremos. Te llevamos siempre en el corazón.