
Aquí estoy de nuevo, Rodrigo, escribiéndote unas líneas, agradeciéndote señales, y llorando tu ausencia. Mañana volveré a anotar que es día 11, que hace dieciocho años y medio que no estás, y veintiuno del 11-S con el que empezó todo.
Mientras tanto, tecleo estas pocas frases y te añoro. Ojalá pudiera darte un abrazo enorme. Ojalá escuchar tu voz, ver tu sonrisa, tenerte.Pero la vida está siguiendo sin ti, obstinada y absurda. Nada te hace regresar.
Que volvamos a vernos, hijo querido.