Después

Este once me ha resultado breve, rudo y ajeno. Ay, Rodrigo. Supongo que me pilló en una fase de aspereza emocional, que, me temo, todavía sufro. Así que anoto estas frases por si la costumbre de escribirte logra hacerme reconectar contigo.

El once me sentí como el pruno de la entrada, que, contra lo habitual, no tenía flores. Pero el árbol finalmente floreció, justo la tarde de ese día. Y yo no lo he hecho con él. Y sigo mustia, y yerma, esperando recobrar la sensibilidad; esperándote, hijo.

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