
Buenos días en medio de una nueva ola de calor, más propia de julio que de abril, hola, hijo. Te saludo desde casa, como casi siempre, esperando que estés bien.
No renuncio a estas charlas, aunque a menudo no tenga nada especial que contarte. Siento que así hago contigo como con tu hermano cuando le deseo buenas noches. Él me contesta también sus buenos deseos y nos sirve a ambos como contacto y como forma de reporte tranquilizador.
La lástima es que en tu caso tú no me escribes de vuelta. Ay, ojalá pudieras ponerme un par de líneas. O darme un abrazo de los tuyos.
Es verdad que a veces, aunque no muy a menudo, sin embargo, pasan cosas especiales que quiero pensar que vienen de tu parte. Como la buena acción de un joven que «casualmente» vino a llamar a nuestra puerta, hace solo unos días, por ejemplo, y nos devolvió la fe en la bondad del género humano.
Así vamos, Rodrigo. Adelante siempre. Contigo en el corazón. Cuídate mucho y cuida estos pasos que nos llevan a ti.
Millones de abrazos de oso: Mamá.