Buenos días muy atareados, Rodrigo. Entre exámenes, obras, relatos, tareas domésticas, alergia y calor primaverales pienso en ti.
Desde que escribí tu historia siento que todo está cumplido. Es una tranquilidad diferente, que te aleja de este mundo y a la vez nos arropa con mucho cariño. Tanto que me hace llorar.
Te queremos, hijo. Vamos hacia ti. Espéranos.