Si de veras esta fecha de solsticio tiene un solo gramo de magia, la uso para ponerme en contacto contigo y decirte que te quiero.
Seguimos avanzando, entre el calor y el cansancio, la añoranza y la búsqueda de motivaciones. Te echamos muchísimo en falta, Rodrigo. Pero vamos hacia ti.
Desde el vértigo de la existencia diaria, te llamo, cariño. Por favor, nunca dejes de volar, ni de ser feliz, ni de hacernos señales que nos sirvan de brújula.
Era un martes fresco de primavera y fui vestida de manga larga al hospital. El viernes, cuando nos dieron el alta y nos mandaron a casa se había instalado un calor veraniego como el de estos días actuales.
Rodrigo, hijo, pienso en ti con melancolía en lo que debería haber sido tu trigésimo cuarto cumpleaños.
Todavía me asaltan la rabia, la tristeza, el vacío y la desdicha. Nunca estoy ni estaré curada del espanto de tu marcha injusta y repentina.
En este día de tu cumpleaños te pienso, te busco, te quiero.
Nunca dejes de enviarnos señales para el reencuentro.
Lala cumplía el 20, tú el 24 y tu prima A. el 26. Cinco, con D. el 1 y yo misma el 2: en este mes de mayo tenemos una buena cantidad. Os echamos de menos.
La abuela podía estar cumpliendo 86, tampoco sería tan descabellado, ahí está su hermana, tres años mayor y tan terne. Y tú, hijo, qué dolor ver cómo todos tus amigos evolucionan (lógico, pues la vida no se detiene), cambian, maduran, se asientan en tal o cual sitio. Sin ti. Te quedas solo, en un recuerdo agridulce solamente, ay. En una imagen de veinte años casi niños.
Feliz cumplecielos, Mamá. Feliz finde a todos los que nos esperáis desde el otro lado.
Hola, cariño, otra semana , otra graduación de bachillerato, otra primavera de lluvias y soles … Todo me parece ya experimentado, se me va la vida deprisa y me acerco a ti por momentos.
Papá me dice que no exagere, que todavía somos jóvenes, que nadie sabe cuánto le falta, y basta tu ejemplo para demostrarlo, pero no consigo evitar esta sensación existencial de inconsistencia.
Y, bueno, que estamos bien, hijo. Que seguimos trabajando y luchando unos por otros (por mí y por todos mis compañeros, como cuando jugábamos) y que nos embarga ya el cansancio del final de etapa. Necesitamos pronto unas buenas vacaciones.
Espero noticias editoras sin agobios, sin muchas esperanzas, pero con una puntita de expectación. Todavía es tiempo de seguir aguardando, y además me siento liberada desde que terminé el texto. A cambio tú andas más lejos, Rodrigo, pero no puedo recriminar tu afán independiente. Me dan ganas, pero no.
En todo caso, sea esto un mensaje en tu contestador automático: te quiero. Nunca te olvido. Volveremos a abrazarnos.
Entre mil actividades y obligaciones pienso en ti, Rodrigo. La vida me arrastra con sus prisas locas y tú hace mucho tiempo que no compartes con nosotros esa vorágine, pero pienso en ti, Rodrigo.
Apenas puedo hacer otra cosa que no sea traerte a mi mente, hijo. Te llamo y te pido que nos hagas guiños, que nos marques hitos para seguir tu estela, porque la existencia enloquecida que habitamos nos hace perder el sentido de lo etéreo, y sólo en ese mundo sutil estás tú.
Siento que te pierdo un poco más cada día, y lucho cada día por no perderte. Porque no me conformo. Porque te quiero.
Algún día volveremos a encontrarnos, mientras tanto, por favor, haz sonar los cascabeles de tu risa.
Ando de aquí para allá, con los exámenes y obligaciones del final de curso de los alumnos del último año, que casi terminan. Me envuelve esa melancolía de adioses y la cercanía de mi cumple, cuando me topo con una foto mil veces vista, de pronto como nueva. Eres un bebé de meses y sonríes a la cámara sentado en mis rodillas. Me emociono.
Parece imposible que una imagen tan conocida para mí, que ha estado desde 1984 en mis estantes, entre libros, que he mirado en tantas ocasiones, tenga este efecto.
Porque te veo en ella, hijo, y siento al niño que perdí. Algo que me pasa también con tu hermano pero compensa el hombre en que se ha vuelto. Sin embargo, contigo no tengo nada. Ni el bebé, ni el niño, ni el adolescente, ni el joven, ni el adulto que empezabas a ser…
Abrazo al chiquitín que recuerdo con nostalgia, al muchacho locuaz y divertido que me contaba tantas cosas y con el que tuve siempre una complicidad especialísima, al joven divertido y amoroso que me acompañaba como un guardaespaldas. Te quiero, Rodrigo.
Buenos días muy atareados, Rodrigo. Entre exámenes, obras, relatos, tareas domésticas, alergia y calor primaverales pienso en ti.
Desde que escribí tu historia siento que todo está cumplido. Es una tranquilidad diferente, que te aleja de este mundo y a la vez nos arropa con mucho cariño. Tanto que me hace llorar.
Doce años sin mi madre y trece desde tu visita maravillosa. Estamos en una fecha más que simbólica y vosotros os hacéis notar, pues desde el jueves tu hermano tiene ya su casita.
Volverá cerca de nosotros en cuanto la arreglen un poco y eso nos ha llenado de emociones. Anda muy estresado, trabajando jornada y media, desde las siete que sale de casa, hasta las nueve que regresa. Es como una compensación cósmica por el tiempo en que no tenía nada, pero también agotadora.
Entre nuevas gymkanas vitales, Rodrigo, te mando todo nuestro amor. No dejes de pasarte por aquí, hijo. Te queremos.
Nuestro hijo fue una de las víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004. Estaba en el andén 2 de la Estación de Atocha, esperando el primer tren que le llevara a la Universidad, pero la maldad y la locura se cruzaron en su camino y nunca llegó. En esta bitácora le cuento las cosas que vivimos sin él, sabiendo que a su modo las escucha y las contesta.
Nos dejaste esta frase: "La dicha de vivir consiste en tener siempre alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar".
Papá, tu hermano y yo te queremos, Rodrigo. No vamos nunca a renunciar a tu amor, a tu recuerdo ni a seguir siendo cuatro.
No es un adiós para siempre. Vela nuestros pasos y espéranos en ese mundo desconocido que ahora te acoge, porque volveremos a estar juntos.
Atenea pensativa, tu estela
Aquel que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas…
Los que se van
Los que se van demasiado pronto dejan en los que los conocieron una pizquita de desasosiego. Es una semilla de amor y de bondad, por todas las cosas buenas que no les dio tiempo a hacer en este mundo. Las hacen germinar en los seres queridos, en los amigos, a menudo incluso en simples conocidos, para que la tierra no se pierda esa bondad suya.
Nos hacen a todos más responsables de la vida, de lo que realmente es importante, de lo que querríamos dejar tras nosotros cuando nos vayamos. Nos llenan de luz, cariño, compasión, nos cambian nuestro sistema de valores; nos hacen más conscientes de que nada permanece.
Este es el regalo de Rodrigo y de los que se fueron en los horribles atentados del 11 de marzo, a pesar del mal que se hizo a su alrededor; el regalo de los que se van a los que nos quedamos, para que sigamos esperando el reencuentro.
Enciende una vela
En diferentes tradiciones la acción de encender una vela es sagrada. Expresa más de lo que se puede con palabras. Tiene que ver con el agradecimiento. Desde tiempo inmemorial, los seres humanos han encendido velas en lugares sagrados. ¿Por qué no considerar el ciberespacio como un lugar sagrado? Clicando sobre la foto, podrás encender una vela virtual.
Archivos
Gestionar el consentimiento de las cookies
Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio. No consentir o retirar el consentimiento, puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
Funcional
Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos.El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu Proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.