Cada día once pienso en ti de forma especial, pero los del mes de diciembre tienen dos añadidos muy particulares. El primero, la melancólica cercanía de las fiestas navideñas, cuando las ausencias se hacen más notorias y dolorosas. El segundo, la constatación de que en breve será de nuevo marzo y el aniversario de tu muerte.
Vamos hacia los catorce años sin ti, Rodrigo. Todo ese tiempo nos hemos perdido tu compañía. Es extraño, entre imposible e inaceptable, pero es.
Te queremos, hijo. Nunca te olvidamos. Espéranos.