Me despierto temprano, como siempre, con el hormigueo de tu ausencia y del efecto aniversario. Papá me dice que luche contra esas sensaciones, que las fechas no son más que maneras de contar el tiempo. Y tiene razón. Pero mi subconsciente sigue por su cuenta y no consigo parar el runrún.
Te pensé y te cité en Atenea Nike, nuestro lugar de encuentro pactado, y tú acudiste, aunque yo apenas podía mantener la atención en ese estado intermedio entre el sueño y la vigilia.
Al final desperté sintiéndome muy simple por no ser capaz de soñarte y retenerte a mi lado, por distraerme como una niña pequeña.
Ese desastre soy yo. Pero te quiero. Aunque no sepa, conseguiré hacerlo mejor, hijo. Voy a buscarte y te encontraré. Tú, mientras tanto, por favor, déjame pistas.