Hoy es tan temprano como otras veces, pero no tengo que trabajar y puedo quedarme un rato más en la cama. Ojeo las noticias del día y pienso en ti.
Hace catorce febreros comprabas un osito de San Valentín a tu novia, terminabas los exámenes de tu tercer cuatrimestre universitario y vivías contento tus veinte años plenos de amigos, aficiones, estudios y amor. Hasta que la locura yihadista te arrebató todo en un instante. No importa cuánto tiempo pase, siempre me duele la vida que no te dejaron vivir.
Desde esta casa que compartimos contigo, papá y yo te mandamos los millones de besos y abrazos que no pudimos darte durante estos ya casi catorce años. Y los juegos, risas, encuentros, viajes, comidas familiares, charlas o cualquier otra cosa similar que se nos quedaron pendientes. Nunca renunciamos a ti, Rodrigo, hijo. Te queremos como entonces. Te queremos.