Cuando el aniversario queda atrás, solo empieza un nuevo cómputo, los trescientos sesenta y cinco días para el siguiente. Mucho tiempo para echarte de menos.
Llueve. Es el marzo más lluvioso desde que te fuiste, Rodrigo. Parece que el cielo sufre y llora las enormidades de este loco género humano.
Te pienso, te añoro, te llamo mientras escucho el repiqueteo de las gotas en los cristales. ¿Dónde estás, hijo? ¿Por qué te siento tan lejos?
Anda, porfa, envíame cariños de los tuyos. Me pueden la tristeza y el cansancio. Por favor…
Te quiero. No te olvido.