Otro año sin ti, Rodrigo.
Te habría regalado todos los míos, me habría cambiado por ti, me habrían parecido suficientes los cuarenta y cuatro que tenía yo el día que te mataron para irme al otro mundo si podías qudarte tú, con tus veinte, y vivir muchos más. Pero nadie me avisó, no tuve esa opción. Maldita sea.
Así que hoy acabo de cumplir cincuenta y nueve, catorce ya sin tu compañía. Y no me asusta la edad. Al final de mi camino estarás tú esperándome, hijo.
Hemos comido y luego pasado la tarde papá, tu hermano, B y yo. Teníamos mucho que celebrar, además, porque se casan pronto. Además, entre nuestros juegos y risas seguro que también andabas tú.
No te olvido.