Eclipse lunar

Buenos días, Rodrigo. Vuelve mi tendencia a despertarme muy temprano. Son las seis menos cuarto. Te escribo tecleando en el móvil, medio adormilada, mientras el ruido del tráfico entra por la ventana abierta. Se nota más porque sopla un airecillo fresco que se agradece y lo trae hasta aquí.

Otro sábado llega, tras una semana en casa. Tu hermano se ha ido con amigos a la playa y nosotros estamos casi del todo preparados para volver a la rutina (papá de trabajo y yo de escritura).

Te pienso. Te recuerdo. Te añoro. Te quiero. Ay, hijo, vuela bien alto y no nos olvides, porque vamos siguiendo tus pasos.

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