Hola, hijo. La rutina se hace imposible todavía. Después de acompañar a Ela, he vuelto a mis propias citas médicas y ya me han liado para una pequeña intervención en noviembre. No hay descanso, es siempre una cosa tras otra, en nuestra gymkana vital. Desde luego no nos aburrimos.
¿Así nos cuidas desde tu universo paralelo, manteniéndonos ocupados? Sigo echándote en falta un montonazo, una enormidad, una burrada… Rodrigo, cielo, cuántos días sin ti. Me enfado, me entristezco, me enfurruño, me tengo que aguantar y no quiero, finalmente me emociono y las lágrimas me sirven de desahogo y me hacen sentir un poco mejor.
Así avanzamos papá y yo por la nueva etapa vital de señores mayores que empezamos desde que tu hermano se independizó y que se va consolidando según nos acercamos a los sesenta.
Ojalá estuvieras tan cerca como Gonzalo. Aun sin vernos mucho, le sabemos próximo. Y eso es lo que me encantaría también respecto a ti. Porque me temo que voy perdiendo las conexiones contigo y no sé cómo recuperarlas.
Aunque luego siento que solo es cuestión de hacer silencio y serenidad, justo lo que ahora mismo me falta. Y que volverán mejores tiempos.
Ay, cariño, que sea eso, por favor. Y nunca olvides que te quiero.