Ahora que está maquetándose tu libro, hijo, me aplasta la enorme responsabilidad que supone su publicación. Expongo en él nuestro dolor y nuestra intimidad por tu memoria, Rodrigo. Y eso es algo que me asusta y emociona al mismo tiempo.
Me causa miedo saber que hay muy mala gente, de esa que apesta la tierra, que fue desagradable y bárbara con nosotros como víctimas anónimas y ahora nos podrá atacar personalmente.
Sin embargo, me siento muy liberada desde que terminé de escribir nuestra historia, testimonio y denuncia a la vez, de estos catorce años y medio.
En lo más profundo de mi corazón brota el consuelo de haber conseguido que se oiga nuestra voz.
Nuestro libro nunca podrá tener la relevancia o publicidad de esa conspiranoia que nunca debió existir, pero al menos se publicará. Y dejaremos un testimonio del duelo sufrido por tu asesinato. Doble por la sinrazón del terrorismo yihadista y por tantas manipulaciones innecesarias. Y de nuestra lucha por alcanzar las cotas de serenidad necesarias para seguir viviendo.
Tú, mientras tanto, vela los pasos cansados de esta familia tuya que tanto te quiere. Vamos juntos. Siempre contigo. Siempre cuatro.