Apenas vislumbro mi propia vida, Rodrigo querido. Vivo el presente intentando no añorar ese pasado en el que estabas y éramos una familia de cuatro, normalita, pero completa. Y os echo de menos a tu hermano y a ti. El futuro prefiero ni pensarlo, al menos todavía.
Sigo estresada, ha vuelto ese runrún ansioso tan conocido de antes, que solo consigo acallar a ratos, que me condiciona. Se parece al hambre, puede parecer que se acalla comiendo, pero siempre regresa. No me gusta. Me ha robado la tranquilidad. Y tu compañía sutil.
Resisto con las visitas de tu hermano, la cotidianidad curativa del trabajo y la compañía continua, leal y amorosa de tu padre.
Los dos te mandamos cariños, abrazos y muchas risas, hijo. Nunca te olvidamos. Te queremos.