El soniquete de «cincuenta mil pesetas» de mi infancia vuelve a mi memoria mientras te escribo, hijo. Ahora creo que dicen «mil euros» los niños y niñas de San Ildefonso, no estoy segura porque ya no los escucho.
Quince navidades sin tu compañía, Rodrigo. Cuantísimo. Estos días que hago cuentas de mi vida laboral y llego a los treinta y ocho cursos, corroboro que es casi el cuarenta por ciento sin ti.
Te echo de menos. Añoro tu compañía y las mil complicidades que nos robaron aquellos estúpidos canallas fanatizados.
En las fechas navideñas vuelven siempre la nostalgia y las lágrimas. ¿Puedes acercarte tú a darnos un abrazo dulce y de oso de los tuyos? Te queremos, Rodrigo, vuela alto. Te esperamos en el mundo intermedio de los sueños.