Entre la Nochebuena y la Navidad, entre la monotonía de lo que hacemos cada año y un estupor nuevo que nos desubica, ha pasado una noche y aún no amanece.
Nos acostamos más tarde que nunca. Cenamos como siempre. Y seguís faltando a nuestra cita, Rodrigo. Ahí están vuestras sillas vacías. Siempre vacías.
Dentro de unas horas haremos la comida navideña, en esta casa antes rumorosa y ahora callada y solitaria. Nos reuniremos solo un puñado de los que una vez fuimos.
Aquí seguimos, cariño. Echándote de menos, en camino hacia ti, no dejes de venir. O, al menos, dedícanos una mirada desde tu mundo lejano.
Te queremos.