El puente de mayo y mi cumpleaños

El ramo que me regaló Papá junto a tu foto de niño

No puedo escribirte en el móvil, tiene el teclado medio inoperante. Me molesta mucho esta obsolescencia programada que me hace más difícil la comunicación contigo, con tu hermano (al que mando audios en whatsapp, pobre, cuando me desespero) y con la gente en general. El aparatejo va bien, solo le falla eso, no quiero cambiarlo, pero me temo que será inevitable.

Buenos días, cariño, desde esta casa que compartimos contigo trece años y desde la que te esperamos, llamamos y buscamos hace ya quince. Todo se hace viejo sin ti. Yo también, como me recuerda el día de mi cumple.

Estoy pasando el puente con mucha relajación, después de otros findes corrigiendo como loca. Papá y yo hemos evitado salir fuera a conciencia, huyendo de los gentíos, pero disfrutamos en casa del jardín y de la primavera maravillosa que nos llena de flores y nos arropa con un clima cálido. Damos buenos paseos y siempre te llevamos en los labios y en el corazón.

Se acaba el curso, todavía voy haciendo nuevas presentaciones de tu libro, esta vida loca continúa y le sigo el paso lo mejor que puedo, a trompicones a veces, lo más consciente y honestamente que puedo. Con los pequeños inconvenientes obvios nuestras existencias prosiguen fluidas, hasta que algo vuelva a truncarlas. Este mundo es así, sentimos que no podemos quejarnos de otra cosa que no sea tu muerte injusta y la dolorosa separación impuesta. Te añoramos, Rodrigo, te echamos mucho en falta. Ojalá estuvieras aquí.

Mientras vuelve el momento del reencuentro, no te olvidamos. Sigue poniendo hitos, hijo, para que no perdamos el tumbo. Con todo amor: Mamá.

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