Sueño contigo

Acabo de despertar de un sueño agitado y en los últimos instantes me has dado un gran abrazo.Todavía lo siento. Era cálido y blando, te dije que te había echado de menos y tú me contestaste «Y yo a ti».

La conversación me pareció rara, verte era cotidiano y a la vez extraño. Por un momento (Gonzalo también estaba cerca, en casa, escaleras arriba, contigo), no me constaba que te hubieras ido. Andabas rodeado de libros, no sé si con el ordenador o en tu cuarto, pero en la planta de arriba. Luego regresó la certeza de que te fuiste hace ya quince años y dos meses.

Algo me avisó mientras sucedía, supongo que estaba entrando en el duermevela. Una parte de mi consciente sabía que era un regalo tenerte de nuevo, que estuvierais los dos, adolescentes, como antes, hace ya tanto tiempo…

Lo que recuerdo del sueño previo a tu presencia es que había un montón de gente que intentaba invadir la casa. Se había estropeado la cancela exterior y dejaba pasar a grupos de extraños personajes. Unos cuantos parecían charlatanes de esos que intentan convencer de lo imposible, otros eran maleantes, había incluso unos pocos ancianos muy mayores y flacos, totalmente despistados. Yo les empujaba fuera y les amenazaba con llamar a la policía. Y ellos intentaban colarse una y otra vez.

El resbalón de las puertas fallaba y pensé pedirle a tu padre  que les echara un vistazo cuando volviera del trabajo. Finalmente conseguí que todos se fueran y una vez en casa, agotada y ansiosa, descubrí que no estaba sola, que estabais los dos, tu hermano y tú, en vuestras habitaciones. Subí a contaros. Y fue cuando me diste ese abrazo que todavía siento. De inmediato me desperté.

Gracias por la visita onírica. En unas horas firmo tu libro en El Retiro, en la caseta 311 (tus números, menudo guiño de los tuyos, hijo), de La Feria del Libro de Madrid. Estás con nosotros. Te queremos.

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