Regreso ahora de la fiestecita fin de curso que llevamos celebrando solo unos años. La graduación de segundo de bachillerato es más solemne, pero esta de los demás grupos, muy casera, me resulta tierna, sencilla y entrañable.
Hubo diplomas, canciones y mucho jaleo. Fue casi igual que como sucedieron las tuyas. Y de pronto, en aquel salón de actos en el que tú también estuviste, me invadió una nostalgia infinita.
Saber que era mi última celebración, tu recuerdo, dulce y triste a la vez, y la música, que tanto me afecta siempre, casi pudieron conmigo.
Pero me aferro a la esperanza.