Últimos días de primavera

Entre exámenes e informes se acerca el final de junio y de mi cotidianeidad. Desde que tengo uso de razón he medido el tiempo en cursos escolares, ¿cómo lo viviré ahora? Querido hijo, todo se me vuelve ajeno, y en ese desconcierto tu ausencia se agranda.

Hago la cuenta atrás y apenas quedan catorce días de trabajo. Luego llegarán unas vacaciones tan anheladas como otras veces pero de las que no tengo que regresar. ¿Dónde andas, Rodrigo? ¿Me ves envejecer? ¿Volveremos a encontrarnos?

Te mando abrazos desde esta casa nuestra que tanto amaste. Papá ha conseguido por fin que el trocito verde del jardín tenga el césped bonito. Y yo he cosechado una cala (de momento, espero que alguna más) después de una década de total escasez. El sótano y la gran mesa de juegos se ha convertido en zona de costura, y tu cuarto está invadido de papeles, aunque conserva todos tus libros y  tus trastos en el armario. ¿Estás ahí, cariño?, ¿me oyes?

Nunca desisto de quererte, de escribirte o de esperar el reencuentro. Hasta prontito: Mamá.

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