Se acabó

Claustro y Consejo Escolar desde las diez hasta las tres, llegó el fin de mi vida docente y tengo que confesarte, Rodrigo, que me he ido con lágrimas en los ojos.

En este momento de tanta importancia vuelvo a echarte muchísimo de menos. Quiero imaginar qué me dirías, pero solo me invade la nostalgia y el dolor de tu ausencia.

Luego intento consolarme a mí misma razonando que si me duele así es también porque he tenido la suerte de estar muy a gusto en este centro.

Ojalá pudiera darte un abrazo enorme, cariño. Te quiero.

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