Junto al mar, asustada por la presentación, en una cama distinta, nunca tan cómoda como la de casita, pero bastante aceptable, pienso en ti.
Está nublado, hace una temperatura deliciosa, que invita a salir y pasear. Hola, cariño.
Todavía tengo restos del espanto en el ánimo, vuelve una racha de estrés postraumático. Intento dejarla fluir y concederle la mínima atención, pero me afecta. Sigo pensando en ti.
Y decido de pronto no pelear contra esta emoción. Voy a utilizarla esta tarde para hablar de ti.
Te quiero mucho, Rodrigo. No dejes de venir conmigo, con nosotros.