
Me despierto tan temprano como siempre. Ya se nota que las noches son más largas, todavía está oscuro. El viento del oeste refresca la casa mientras te pienso y te escribo, hijo.
Tu hermano y su mujer están de vacaciones, el tío J continúa hospitalizado pero ya a punto de alta, papá y yo seguimos el ritmo de las semanas anteriores, de trabajo y visitas. Ando un poco sola, dadas las circunstancias, pero es lo que hay.
Rodrigo, cariño, te sigo echando mucho de menos. A ratos flaquea la esperanza y me está costando habituarme a mi nueva situación. Pero siempre te quiero. Te quiero. Te quiero.